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En un refugio de recuerdos, anhelando permanecer en ellos, huyendo del presente y llevando a cuestas lo que conlleva las experiencias de mi temprana adultez, he encontrado espacios de placer en las sensaciones del pasado. Me inquieta la mirada de un YO infante, que interpretaba al mundo como un universo inundado de formas fantásticas, puertas hacia destinos desconocidos y rascacielos al alcance de esas enormes camas de algodón.

 

Son la tierra, el agua, el pasto, el deleite al comer las recetas de mi abuela, los escondites, el juego, la adrenalina y el vacío, los que me transportan al despertar del goce, un goce nostálgico que se torna en un flashback y devuelve mis pasos hacia un tiempo difuso y atemporal. Por medio de la pintura, la cerámica, el diorama y la escenografía presento espacios de mi infancia y planteo un juego de la mirada micro y macro cósmica, del acertijo y el constante movimiento, invitando al espectador a ser parte de este autorretrato dedicado a mi pasado.

Manuela Nieto Gutiérrez

2023

"Todo inicia con un olor a crema, mantequilla y queso gratinado en una tarde de domingo en la casa de mi abuela.

Recuerdo estar sentada en una mesa redonda rodeada de pequeños tapices tejidos por mi bisabuela, uno para el pan, otro para el vaso, otro para el plato, otro para la sal y así sucesivamente.
Allí, junto con mis primos, esperábamos el platillo de raviolis de mi abuela con la boca hecha agua... Mis ojos brillaban al ver esos pequeños cuadritos dorados con olor a mantequilla. Al probar el primer bocado recobraba la energía de la mañana de juego disfrutando ese sabor cremoso que se desvanecía en mi boca y sin poder explicar el placer del gusto por cada bocado, corría por una segunda porción de ese platillo inigualable".

¡Rodar!, que acción tan liberadora de goce. Rodábamos hasta sentir el vacío que movía nuestras tripas, rodábamos hasta que nos picara la cabeza de tanto pasto, rodábamos hasta expulsar el grito de vacío, rodábamos hasta llegar a la meta y corríamos ágilmente para rodar de nuevo.

Ensimismada, me encontraba inmersa en el juego del barro y sus pastizales, me creía simio y roedor corriendo peligros con la excusa de cumplir mis descabelladas ideas. De la acción del correr y sentir mis pies resecos o de llegar a casa llena de pasto entre los hilos que salían de mi melena, reafirmo mi nostalgia y fascinación por el encuentro con este húmedo verde sutil.

Al flotar en el agua, recuerdo que miraba al cielo y podía sentirlo muy cerca. Tan cerca, que cuando estaba debajo del agua y miraba hacia arriba podía sentir como el cielo y el agua comenzaban a fundirse en uno solo.

Comprendí que habitaba entre dos horizontes que solo podían separarse en mi mirada: arriba, abajo y, en medio, yo.

Dos horizontes que se tocan desde lo lejos, dos horizontes inconmensurables que al distar por tanto y por tan poco, puede que, tal vez, no sean dos sino solo uno.


Inmensidad y profundidad: el viaje hacia el adentro y hacia el afuera. Imitación mutua, mar de nubes y cielo de olas.

El “Refugio”, como ser que protege, conserva y se rodea de júbilo, reanimará al universo de la Manuela infante embadurnadade tierra, cielo, óleo, crema, sensaciones, juego y remembranzas, para guardar la sinestesia que despierta esta sustancia aglutinante de recuerdos. Despertando al pasado y postrándolo sobre el mundo tangible, dedico este espacio a la Manuela soñadora, entregándole así, su propio “refugio”.

DIBUJOS ESPECTADORES

REGISTRO INAUGURACIÓN

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